martes, 6 de noviembre de 2012

El día de difuntos


El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza desde el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana, que se celebra también en algunos países de América Central, así como en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado la festividad mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.1 El Día de Muertos es un día festejado también en Brasil, como Dia dos Finados, aunque esta festividad no tiene las mismas raíces prehispánicas que la festividad mexicana.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexicamaya,purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes delcalendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La vida y la muerte son un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ellas.
De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países católicos. Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.
Sin embargo muchos mexicanos consideran que el día de muertos al ser una fiesta sincretica es capaz de convivir y adoptar otros festejos no tradicionales de manera sana, permitiendo el uso de los disfraces, sin restar su importancia cultural y ni poner en riesgo su existencia en México.


 Estas celebraciones en realidad comenzaron como una fiesta para honrar a personas que, debido a su maldad, habían sido destruidas por Dios en los días de Noé. (Gén. 6:5–7; 7:11.)
La práctica religiosa hacia los difuntos es sumamente antigua. El profeta Jeremías en el Antiguo Testamento dice: «En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el «¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo — oráculo de Yahveh» (Jeremías 34,5). A su vez en el libro 2° de los Macabeos está escrito: «MandóJuan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.
En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de san Isidoro(† 636) en España había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés.
En Alemania cerca del año 980, según el testimonio del cronista medieval Viduquindo de Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia.
Adoptada por Roma en el siglo XIV pero que se remonta varios siglos atrás. Fue el 2 de noviembre del año 998 -otros autores fijan la fecha en 1030- cuando, en el sur de Francia, el monje benedictino San Odilón u Odilo (c. 962 - 1048), quinto abad de Cluny, instauró la oración por los difuntos en los monasterios de su congregación, como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada «Conmemoración de los Fieles Difuntos». Entre la dispersa obra de este santo, ha llegado hasta nuestros días una vida de la santa Emperatriz Adelaida, una biografía de su antecesor Mayeul, sermones, himnos y oraciones, y varías cartas de su abultada correspondencia. De allí se extendió a otras congregaciones de benedictinos y entre los cartujos; la Diócesis de Lieja la adoptó cerca del año 1000, en Milán se adoptó el siglo XII, hasta ser aceptado el 2 de noviembre, como fecha en que la Iglesia celebraría esta fiesta.

En la Iglesia Católica Romana

En la Iglesia Católica, para esta celebración se recita el Oficio de difuntos y las misas son de Réquiem, aunque el 2 de noviembre caiga en domingo.
En EspañaPortugal y América es tradición que los sacerdotes celebren tres misas ese día. Una concesión parecida se solicitó para todo el mundo al Papa León XIII, pero aunque no la concedió, sí ordenó un Réquiem especial en 1888.

[editar]En las Iglesias Católica Ortodoxas

Entre los cristianos orientales hay varios días dedicados a la oración por los difuntos, muchos de ellos caen en sábado, durante el tiempo de la Cuaresma o Pascua. En el rito de la Iglesia Ortodoxa Griega, esta fiesta se celebra en la Víspera de la Sexagésima, o en la Víspera de Pentecostés, mientras que la Iglesia Armenia celebra la «Pascua de los difuntos» al día siguiente de Pascua de Resurrección.
En la Iglesia Serbia hay también una Conmemoración de los difuntos, celebrada el sábado siguiente a la fiesta de la Concepción desan Juan Bautista (23 de septiembre).

[editar]En el Iglesia Católica Anglicana

Durante la Reforma protestante, la celebración de los Fieles Difuntos fue fusionada con la de Todos los Santos por la Iglesia Anglicana, aunque fue renovada por ciertas Iglesias conectadas con el Movimiento de Oxford en el siglo XIX.
Entre algunos protestantes no anglicanos la tradición ha sido mantenida tenazmente. A pesar de la influencia de Lutero, que abolió esta celebración en Sajonia y de las penas eclesiásticas luteranas, sobrevive esta celebración en la Europa protestante.




El monte de las Ánimas


El Monte de las Ánimas es uno de los relatos que forman parte de la colección de Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer. Narra lo ocurrido en el llamado Monte de las Ánimas de Soria. La leyenda cuenta lo quee ocurrió a un joven llamado Alonso al intentar complacer a su prima durante la noche de difuntos, la noche de la festividad de Todos los Santos. Se publicó el 7 de noviembre de1862 con dieciseis leyendas más, en el diario El Contemporáneo.
Bécquer pretende haber recibido la leyenda por vía oral, y trata de darle vista de realidad con nuevos consejos, al final de la leyenda la historia del cazador.

La obra consta de una pequeña introducción, tres partes y el epílogo.
  • Prólogo. El autor narrador dice haber oído la leyenda en Soria y que siente miedo al escribirla. La leyenda está escrita en tercera persona y tiene un narrador editor-historiador. El autor cuenta unos hechos que a él ya se los habían contado anteriormente. Al principio de la novela se ve con claridad cuando dice al principio de la leyenda:
"La noche de los difuntos me despertó a no sé que hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. (...) Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo, cuando sentía crujirlos cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche."
  1. Alonso narra a su prima Beatriz los sucesos que ocurrieron en tiempos de los Templarios en el Monte de las Ánimas.
  2. Cambio de escenario, el castillo de los condes de Alcudiel.
  3. Abandono de Beatriz.
  • Epílogo. El autor narrador añade nuevas letras a la leyenda.
La acción transcurre en la Edad Media, y la leyenda es contada por el personaje Alonso, dentro de la obra. Se podría decir que en el momento que la cuenta está recordando unos hechos que el propio personaje ya sabía. Son unos hechos que representa que son verosímiles, ya que los cuenta con todo detalle. Entonces, se produce un flash back, es decir, recuerda una historia que pasó con anterioridad a la época que ellos están viviendo. Entonces cuenta su recuerdo, que ocurre en veinticuatro horas, desde la mañana hasta el amanecer del día siguiente.


La historia transcurre en Soria, en el llamado Monte de las Ánimas, el día de los difuntos. Los Condes de Borges y de Alcudiel, junto a sus hijos Beatriz y Alonso y pajes iniciaban el camino hacia la cacería, montados a caballo. Alonso, empezó a relatar una leyenda, la del Monte de las Ánimas. Al parecer, a este monte que llamaban de las ánimas pertenecía a los Templarios, que eran guerreros y religiosos a la vez. Cuando los árabes fueron expulsados de Soria, el Rey los hizo venir para defender la ciudad, lo que ofendió a los nobles de Castilla y se creó rivalidad entre ellos. Así, se inició una batalla hasta que el rey finalizó la lucha; el monte fue abandonado y en la capilla de los religiosos se enterraron los cuerpos de unos y otros. Cuenta la leyenda que cuando llega la noche de los difuntos las almas de los muertos corren junto con los animales del monte y nadie quiere estar ahí en dicha fecha.
Una vez en casa de los Condes y reunidos junto a la lumbre, sólo los primos estaban ajenos a la conversación: Alonso y Beatriz, hasta que Alonso rompió el prolongado silencio diciéndole a su prima que, debido a que ella se separará de él próximamente, le gustaría hacerle un regalo para que se acordara siempre de él. Después de insistir mucho, la joven acepta una joya sin decir nada y su primo a cambio le pidió algún obsequio suyo. Beatriz estuvo conforme y le expuso que en el Monte de las Ánimas perdió la banda azul y que era lo que deseaba regalarle.
Alonso se sentía muy fuerte a la hora de luchar con cualquier bestia, pero le aterrorizaba la idea de ir a ese oscuro lugar en aquella fecha tan indicada y sintió miedo. Entonces se vio motivado por una sonrisa de la bella dama y se dirigió, aterrorizado, a recuperar la banda perdida para así contentar a Beatriz.
Las horas pasaron y Beatriz se desveló al creer oír su nombre en una pesadilla. Al despertarse no pudo volver a conciliar el sueño, así que decidió ponerse a rezar muy asustada. Cuando amaneció se avergonzó de su comportamiento de la noche anterior al haberse asustado, y, entonces, vio su banda azul ensangrentada y desgarrada en su mesilla de noche. Beatriz se quedó petrificada, no podía creer lo que veía. Más tarde fueron a avisarla sus sirvientes de una triste noticia: Alonso había sido devorado por los lobos del monte, pero la encontraron muerta.
Dicen que después de este suceso, un cazador tuvo que permanecer una noche dentro del monte de las ánimas, y que antes de morir pudo contar que vio los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles sorianos enterrados en la capilla levantarse, y además, pudo ver también como una mujer hermosa desmelenada, con los pies ensangrentados daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.



En la leyenda se establecen los siguientes temas:
  • Hay una conexión que encaja dos temas a la vez. Bécquer recoge el tema folclórico universal con el enfrentamiento de los templarios contra los nobles señores de Soria, y añade a la obra el carácter de la mujer, la cual engaña al hombre para conseguir sus propósitos y dominarlo. Estos dos temas van constantemente relacionados durante la obra, son los que se ven con más claridad, que son la lucha y el amor.
  • Aparece lo tradicional y el arte, con elementos como por ejemplo la iglesia que toca las campanadas a las doce de la noche para informar que es el día de todos los santos. En la obra también se pueden destacar toda clase de ruidos extraños, como por ejemplo: el ruido de unas pisadas que sonaban sobre la alfombra de Beatriz, el crujido de la madera; el azote de los vidrios del balcón; el agua que caía sin cesar, los ladridos de los perros, y las ráfagas del viento. Con todos estos sonidos lo que pretendía Bécquer era transmitir al lector sentimientos de miedo e inquietud.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La princesa Luisa fue una excepcional escritoria, escultora y artista, pudiendo pintar tanto en óleo como en colores al agua. La puerta que pintó con delicadas flores de manzana aún puede verse en el corredor Monck de Rideau Hall. Ella le dio el nombre de Regina (latín de Reina) a la capital de los Territorios del Noroeste (desde 1905 provincia de Saskatchewan), y el de Alberta a uno de los distritos del los Territorios del Noroest (luego la provincia de Alberta); el Lago Luisa en ese mismo distrito fue llamado así en su honor. Además, fue una mujer compasiva, llegando al extremo de que, durante la epidemia de fiebre escarlatina, no dudó en cuidar personalmente a los enfermos.



El 14 de febrero de 1880 quedó gravemente herida cuando su carruaje se volcó en las calles de Ottawa, en Ontario, pero felizmente logra recuperarse totalmente. Luisa y su esposo regresan definitivamente a Inglaterra en 1883, aunque ella ya había regresado previamente por dos años para recuperase de sus heridas.
El 4 de abril de 1900, el 8vo duque de Argyll murió, y el marqués de Lorne pasa a ser el 9no duque de Argyll, y Luisa, la duquesa de Argyll.
El duque murió de neumonía en 1914. La princesa Luisa, ahora viuda, pasa la mayor parte de la Primera Guerra Mundial visitando las tropas canadienses que marchaban a combatir en Francia. Ella sobrevivió hasta los inicios de la Segunda Guerra Mundial, falleciendo en el palacio de Kensington, el 13 de diciembre de 1939, a los 91 años de edad. Según sus deseos, su cuerpo fue cremado en elCrematorio de Golders Green, en el norte de Londres, y sus cenizas depositadas en el Real Cementerio de Frogmore.


Lady Luisa


La Princesa Luisa del Reino Unido, nació el 18 de marzo de 1848 y murió el 13 de diciembre de 1939.Miembro de la Real Familia Britanica desde su nacimiento como sexta hija de los nueve hijos de la Reina Victoria y su esposo,el principe Alberto.

Fue bautizada en la Capilla Privada del palacio de Buckingham, el 13 de mayo de 1848, por Juan Bird Summer, arzobispo de Canterbury, siendo sus padrinos el príncipe Gustavo de Mecklemburgo-Schwerin (cuya madre, Luisa de Sajonia-Gotha, era prima del rey Jorge III), María de Hesse-Kassel, duquesa de Sajonia-Meiningen, y Augusta Carolina de Hannover, princesa heredera de Mecklemburgo-Strelitz (prima de la reina Victoria).






Su madre, la Reina, deseaba para ella un esposo adecuado. La princesa de Gales sugirió a su hermano, el príncipe heredero de Dinamarca, Federico (futuro rey Federico VIII) como un posible candidato, pero la Reina se opuso firmemente, pues temía que otra unión danesa pudiera enojar a Prusia. La hermana mayor de Luisa, la princesa heredera de Prusia, propuso a su propio candidato, el alto y rico príncipe Alberto de Prusia, primo de su esposo. Sin embargo, él estaba dudoso en vivir en Inglaterra. La reina Victoria entonces propone la idea de que Luisa se case con algún miembro de la nobleza británica. El príncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII), estuvo en desacuerdo con esta idea.




Eventualmente apareció un candidato adecuado, John George Campbell, marqués de Lorne, heredero del duque de Argyll. Los padres del marqués eran conocidos por la reina, y ellos aceptaron gustosos el enlace. Además, para ese momento el marqués era también miembro del Parlamento. Luisa y el marqués de Lorne se casaron en la Capilla Privada del castillo de Windsor, el 21 de marzo de 1871.




En una época en que ciertos temas constituían un absoluto tabú, nadie había tenido el detalle de comentarle a Louise que el gallardo Lorne parecía preferir la compañía masculina en la más privada de las esferas. No puede decirse a ciencia cierta que Lorne haya sido homosexual; quizá se tratase de un bisexual pero con una marcada preferencia hacia los varones. Su círculo de amigos se componía principalmente de homosexuales, algunos de ellos bastante disolutos. Probablemente, las tendencias de Lorne marcasen, desde el principio, distancias entre la pareja, aunque parece evidente que ella no tenía conciencia del sustrato del cual provenía aquella frialdad. Lorne podía ser muy romántico a la hora de componer versos, pero no se mostraba así con su mujer; la pasión, si alentaba en su interior, no se enfocó hacia la esposa. Sin embargo, el matrimonio funcionó...de la manera en que funcionan tantos otros...en su primera etapa. Para Louise, el principal motivo de insatisfacción radicaba en que no lograba quedarse embarazada.


No tuvieron hijos. De acuerdo a un historiador, Luisa quedó estéril a consecuencia de haber sufrido paperas juveniles agravadas por una meningitis. Otros varios biógrafos, sin embargo, han hecho hincapié en la sexualidad de su marido. Es cierto que él prefería la compañía de otros hombres a la de su esposa y que también, durante su matrimonio, se separaron por largos periodos por ostensibles razones de mal temperamento por parte de Luisa




En 1878, el Marqués fue designado Gobernador General de Canadá. El 14 de noviembre de 1878, Lord Lorne y la princesa Luisa partieron del puerto de Liverpool en un largo viaje hacia Canadá. Luisa fue popular en Canadá, y en su extensivo tour por este país, pudo visitar a su vecino, los Estados Unidos.




Rideau Hall sería, pues, el hogar canadiense de los Lorne. La pareja viajó hacia Canadá en noviembre de 1878, iniciando su travesía en el puerto de Liverpool. Aunque la reina Victoria había hecho saber su opinión respecto a que su "Loosy" debería cruzar el océano a bordo de un buque insignia de la Royal Navy, Lorne insistió en que ambos cubrirían el trayecto marítimo en el barco "Sarmatian", de la Allan Line. El viaje no se inició con buen ánimo, ya que existían rumores acerca de que los Fenianos, que luchaban por la independencia de Irlanda, intentarían llevar a cabo un atentado contra Louise y Lorne mientras éstos se dirigian a Canadá. En realidad, los Fenianos no supusieron más que una preocupación; el auténtico problema que se encontraron fueron una serie de tormentas que mantuvieron a la mareada Louise postrada en el lecho de su camarote.

Para colmo, la llegada de los Lorne a Canadá estuvo envuelta en un aire trágico. El príncipe Alfred, Affie duque de Edimburgo, hermano mayor de "Loosy", era un notable oficial de la Royal Navy que, en esos momentos, tenía a su mando el buque de guerra "Black Prince", fondeado en aguas canadienses. Affie sería quien recibiría a "Loosy" y Lorne, que, en el aspecto oficial, tendrían la acogida del primer ministro conservador de Canadá, Sir John MacDonald. Para cuando los Lorne, en su "Sarmatian", arrivaron al puerto de Halifax, Affie les salió al encuentro con las peores noticias posibles: en el Neues Palais de Darmstadt, en Hesse, su hermana Alice se enfrentaba a un drama doméstico porque todos sus hijos menos Ella, rápidamente enviada a casa de la abuela paterna, habían contraído la difteria; una de las niñas, May, la pequeñita, había muerto y se temía especialmente por el niño Ernie. Así que, mientras que Lorne entablaba su primer contacto político con el primer ministro MacDonald, Louise experimentaba una enorme angustia pensando en lo que estaría sufriendo su hermana Alice en Darmstadt. La lejanía, que hacía que cualquier noticia llegase con retraso, añadía un terrible suspense al asunto.

Los Lorne llegaron al Rideau en un momento en que Louise estaba en Canadá sólo de cuerpo presente, pues su mente trataba de alcanzar, en vano, Darmstadt en Hesse. La mansión, exageradamente sobria, no le causó una gran impresión, aunque Lorne trató de convencerla de que era "mucho mejor que Kensington Palace". Cuando por fín recibieron noticias, éstas no podían ser peores: al comunicar Alice la noticia de la muerte de May a Ernie, éste se había sentido desolado, por lo que la madre quiso reconfortarle con un abrazo y un beso; el beso fue el beso de la muerte, ya que el niño transmitió la difteria a la madre. Alice estaba extenuada, después de semanas atendiendo a sus hijos Victoria, Irene, Alix, Ernie y May; la muerte de May había supuesto un terrible impacto emocional y psíquico, que acabó con sus últimas reservas de energía; carecía de defensas para afrontar ella misma aquel funesto brote de difteria. Alice falleció, reuniéndose en el panteón de los Hesse con su hijo preferido, Frittie, un niño hemofílico fallecido unos años antes a causa de un horrible accidente, y con su hija May, la primera víctima de la difteria.

El golpe de saber que tras su sobrina May había muerto su hermana Alice fue muy duro para Louise. Sus peores temores respecto a lo que supondría alejarse de la familia se habían cumplido en un tiempo récord: de cualquier cosa que les ocurriese a los suyos, ella sería la última en enterarse. Estaba muy afectada, considerablemente deprimida.

En resumen: Louise no entró con buen pié en Canadá.